jueves, 19 de agosto de 2010

Santiago querido




Santiago de Chile es uno de mis destinos preferidos. Es una ciudad a la que uno siempre tiene ganas de volver. Además, con un fuerte contenido histórico cultural y una urbanización “amigable”. Ni hablar de la gastronomía, oportunidad inigualable de saborear unos mariscos de los mejores y más frescos. Para moverme en Santiago he utilizado dos medios: una vez alquilé un auto, recurso cómodo para recorrer la ciudad y algunos puntos un poco más alelados, como Los Arrayanes, donde viven mis amigos Pepe Naranjo y Patricia, su mujer. Pero hace poco estuve nuevamente en Santiago y no alquilé auto, sino que me manejé todo el tiempo en el Metro. ¡Excelente! Un servicio de lujo, eficiente, rápido, económico, seguro, limpio y cómodo. ¿Porqué ellos pueden y nosotros no?... era la pregunta que me rondaba todo el tiempo por mis pensamientos. Justamente, con una conexión fácil y rápida, me fui de Santiago Centro hasta el barrio de Patronato, algo así como “la salada” de la capital chilena. Miles de comercios, ya sea como locales o quioscos callejeros, con una variedad de ropas, tejidos, comidas y el pintoresquismo propio de los grandes mercados. Años atrás, cuando en nuestro país “disfrutábamos” de la ilusión del uno a uno, se organizaban viajes de compras a Patronato desde Córdoba y, particularmente, desde Mendoza para aprovechar los precios bajos y las ventajas del dólar barato. Fui a Patronato atraído por ese color y sabor local del barrio y, además, porque con el Metro es posible llegar en pocos minutos, luego de cruzar el río Mapocho. Caminando por esas calles llenas de “mercaderes”, me llevé una sorpresa mayúscula cuando mi cámara fotográfica captó una fila de hermosas niñas, paradas sobre el cordón de la vereda, mirando hacia el interior de un local. Obviamente, apreté varias veces el disparador de mi cámara, hasta que al hacer zoom sobre la imagen, descubrí que las hermosas niñas eran maniquíes estratégicamente ubicados. Un poco avergonzado por mi “chambonada”, me acerqué y comprobé lo dicho. Ahora, miren la foto y díganme si esos maniquíes no parecen “hermosas niñas”. No me dejen solo, digan que sí… Ah, también descubrí uno de los secretos que utilizan las mujeres para engatusarnos: los jeans “levanta glúteos” o “levanta culo”, como los ofrecen en veredas y vidrieras. Ahora, cuando miro a una mujer que tiene un buen irse, no puedo dejar de pensar en esos jeans. ¡Qué frustrante!

Agur

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