viernes, 13 de agosto de 2010

Zapatos viejos


Bueno, prometí que volvía y acá estoy.
Hay una ciudad, en Colombia, que alguna vez en la vida hay que visitarla: es Cartagena de Indias. Y porqué de Indias, bueno, porque fue fundada en 1533 por el español Pedro de Heredia, oriundo del puerto de Cartagena, en Murcia, y querían diferenciarla de aquel. Heredia también la llamó "Cartagena del Poniente", para diferenciarla de la Cartagena del Levante, en su Murcia natal.
La Cartagena colombiana es una ciudad preciosa. La parte colonial, la que estuvo encerrada dentro de una muralla de 11 km de extensión (de los cuales hoy quedan sólo 4 km), era considerada la "caja fuerte" de España, por sus riquezas en oro y esmeraldas, que despertaron la codicia de piratas y filibusteros. Por eso la muralla y los numerosos fuertes de la ciudad (Santa Catalina, San Lucas, Santiago, San Pedro, San Luis y San Fernando).
Pero el más grande e imponente es el Castillo San Felipe de Barajas, fortaleza obra maestra de la ingeniería militar. A los pies del castillo, fuera de la muralla, hay un monumento que hace al título de esta nota: Los zapatos viejos. Son dos enormes zapatos (tirando a botines) de bronce que fueron emplazados allí en homenaje a uno de los más grandes poetas cartageneros, Luis Carlos López, y a su obra más conocida, A mi ciudad nativa.
El poema dice:
Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...

Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín... Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
¡Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los tiempos coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.

Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos.

Y los zapatos viejos tienen así su plaza y su monumento. Es tan popular el monumento, el poeta y el calzado usado, que dicen que muchos cartageneros declaran su amor de esta manera: "Te amo tanto como a mis zapatos viejos". ¡Ese es un gran amor!
Como pueden ver en la foto, dentro de los zapatos cabe mucho más que un pie.
¡Agur!




2 comentarios:

Indio dijo...

Siempre me pregunté por qué me resisto a tirar los zapatos viejos, ahora lo sé: son ellos, como las fotos, como los amigos, como los relatos que surgen sin que nadie me los pida, los que me recuerda el camino que he recorrido, lo bueno que la he pasado, los amaneceres, las cervezas mirando el mar, mojitos, sí, los mojitos y los tequilas también. Quiero ir a esa plaza en Cartajena y rendirme a sus piés.

Ariel dijo...

Ahora me dieron más ganas de visitar Cartagena, y ver si yo también puedo calzarme este zapato... Salud